¿Qué tal estas?. ¿Cómo va la cosa?. Esto es lo
que hubiera dicho al llamar.
Te escribo porque hace mucho tiempo, así como cinco años, que no hablamos. Lo siento. Se que estoy muy liado, pero debería haber
sacado un rato para contarte como van las cosas, como me está tratando la vida,
para preguntarte que tal por allí y para decirte cuando voy a verte. Lo siento
mucho de verdad.
Seguir recordando y copiando lo que escribí hace
cinco años y repetí en los siguientes no sería justo, te mereces
mejores palabras, mejores recuerdos, aunque no se si los tengo. Lo siento. Me adelanto unas horas, no quiero olvidarte.
Ya sabes por lo que voy a empezar. Ni tu ni yo creemos en
estas cosas, pero él si lo hacía, y siempre pensó, quizás ya esperaba con ansia
que os volverías a juntar. Comentamos, como siempre, no recuerdo que partido de
domingo, seguro que no fue entretenido, pero la llamada siempre mejoraba
cualquier partido.
Ya casi ni sigo el fútbol y aún no he sido capaz de saber el
motivo.
Y sin más, unas noches después, después de tomar su cerveza
y su café, se echó a dormir, y ya, según el creía se fue contigo.
Como le echo de menos, como os echo de menos. Aún creo que
tengo lágrimas por dedicaros.
Ha sido un año feo, difícil, se ha portado muy mal con
demasiada gente a la que quiero tanto. Siguen peleando, es un buen ejemplo,
pero cada vez es más complicado volver, cada vez lo bueno dura menos, lo malo
se mantiene más tiempo y lo insustancial se adueña del resto del tiempo.
He estado muy fuerte últimamente. He pedido, intentado o
incluso exigido que me aprovecharan, que merecía la pena. Que podía dar mucho y
muy bueno. Que todo aquel con algo de aprecio debería ser participe de ese
momento. Quería divertirme, era divertido. No se donde se ha ido. Se ha vuelto
a perder, ya no quedan fuerzas. Ya sabes quien tira del carro, que por lo menos
el si que está bien (pero eso luego lo hablamos).
Ha habido alegrías, sobre todo de esas muy pequeñas, que día
a día, paseo a paseo, visita a visita, foto a foto van creciendo y que ese día
que está tan oscuro, de repente, viene una lucecita.
También un bonito reencuentro de esos que quieres mantener y
que te hacen muchas ilusión, aunque el tiempo y la vida no permitan nada más.
No recuerdo Enero. Febrero ya lo sabes. Vino Marzo con su
fuego. Abril, ay Abril. Mayo empezando la playa. Ese Verano que no la ha sido y
que ha sido tan raro, con su montaña rusa que la playa ha calmado. Septiembre
de fiestas, descanso e incertidumbre. Octubre de cambios y aquí estamos.
Ha sido un verano curioso cuanto menos. La casa me ha
saturado, el agua que todo lo salvaba poco a poco se fue perdiendo. Los juegos
y sus horarios han hecho mucho daño. Que poquito he dormido. Ese partido contra
Argentina que tras un día de visita del Norte acabó tan tarde porque fue muy
difícil intentar arreglarlo para empezarlo. Las noches de Rafa con el frío de
los helados. Tantos y tantos paseos.
Creo que aún no he pillado el frío suficiente para
olvidarlo, tampoco sé si habrá suficiente, si quiero olvidarlo.
Que bien me lo pasé en fiestas y que mal me porté. Volver a
salir todos los días, alguno de ellos sin hacerte caso a eso de que no bebas
mucho. Recordando que el cuerpo aguanta y que siempre seré bohemio y caballero.
Y después, y ya entra el ingeniero. Que duro ha sido, como
ha sido capaz de que ni se le pueda hablar al chaval. Ha estado todo muy negro,
al final ha salido todo bien. Está muy contento, no le importan las 4 horas de
viaje, el volver a madrugar. Está contento, lo sombrado en el futuro, el
trabajo las buenas compañeras, las buenas palabras, le han llevado a esto.
Tener una oficina, volver a desayunar, comer fuera, parones, hablar de todo
menos de trabajo. Poco a poco entrando y encontrando el sitio.
El palacio sigue siendo tan divertido, incluso en más
precioso en el aplauso de la derrota, tan necesario.
Sabes que cuando la encuentre la llevaré a verte. Lo estoy
intentando.
Hace tiempo que no voy, ya sabes los motivos, no se cuando
podré.
Lo siento.