Os voy a contar un cuento
Sepárate que te vas a quemar. No lo mires fijamente que
luego te vas a hacer pis en la cama. No dejéis las velas encendidas cerca suyo
que se le va a caer la cera o las va a tirar y al final tenemos un disgusto.
Ese mechero quitadlo de ahí y que no lo coja que no es un juguete. No toques
ahí que está muy caliente. No, no, no y tantos noes relacionados con eso que
tanto fascina a nuestro niño.
Esa amalgama de colores que van desde ese azul inicial en la
parte de abajo hasta los naranjas y rojos de las puntas, con el tiempo,
posiblemente en alguna clase del colegio entenderá lo que significa
técnicamente cada color y qué lo motiva, pero eso es otro cuento.
Se podría pasar horas y horas delante, mirándolo. Le da
igual una chimenea, una barbacoa, un conjunto bien elaborado de velas o unos
simples palos en medio del campo con el fin de entrar en calor. Es fuego, y
tiene esa capacidad de embobarle, de abstraerle del mundo. Ese olor a quemado y
pólvora que inunda las calles allá por el mes de Marzo. En el fondo de esas
llamas siempre encuentra algo tan raro y diferente como la tranquilidad.
Le da igual que sea una solitaria chimenea, con una manta,
en esos días o lugares hostiles en los que por el bien de todo el mundo no ha
llegado la civilización moderna y a falta de calor humano, esa chimenea es la
mejor de las posibilidades. Seguro que cambiaría alguna llama y pasar un poco
de frío por no poder dar vueltas a las llamas, a tener que compartirla con
alguien, pero de momento es un niño, no necesita los calores que te encienden
el alma y te llenan de dentro a afuera; sólo necesita entrar en calor, y ese
fuego cumple su función.
Le admiran, disfruta tanto de esos días de campo en el que,
por un lado, hay una lumbre que hace la misma función que esa chimenea pero,
por otro lado, está ese concepto que significa y significará tantas y tantas cosas,
una barbacoa.
Esa parafernalia, papel, piñas, ayudas si hay prisa, madera
o carbón según preferencias… Una pequeña llama y llega la magia.
Ve a gente acercarse con platos, vacíos o llenos de carne,
otros traen bebidas a los cocineros, algunos se quedan un rato, otros son los
"visita rápida". Sólo uno se queda, y junto a él las llamas, ese
verdadero protagonista.
No sólo es la comida, no sólo es la bebida, es el fuego. El
fuego todo lo puede, el fuego purifica.
No entiende tanto, no, tanto miedo ajeno. Es fuego, no es
sólo fuego. Sólo se defiende, sólo se revela. Quiere un trato justo y
controlado, aunque parezca que lo va a arrasar todo.
Nuestro niño acerca la mano, se quema, está solo, su
quemadura está por dentro.