viernes, 18 de noviembre de 2022

Hola Abuela

Hola Abuela


¿Qué tal estas?. ¿Cómo va la cosa?. Esto es lo que hubiera dicho al llamar.


Te escribo porque hace mucho tiempo, así como nueve años, que no hablamos. Lo siento. Se que estoy muy liado, pero debería haber sacado un rato para contarte como van las cosas, como me está tratando la vida, para preguntarte que tal por allí y para decirte cuando voy a verte. Lo siento mucho de verdad.


Seguir recordando y copiando lo que escribí hace nueve años  y repetí en los siguientes no sería justo, te mereces mejores palabras, mejores recuerdos, aunque no se si los tengo. 


De este párrafo solo cuando un número, que nunca recuerdo si es el apropiado pero que simplemente mantengo la secuencia de año a año. Alguna vez echaré cuentas y miraré todos, quizás cuando llegue a los diez, o cuando ponga los diez, sin saber si he llegado, han sido o aún queda otro año.


Lo siento.



Ya estoy delante del folio en blanco, aunque no te voy a mentir, muy en blanco  no está. Los párrafos de inicio y final de otras veces, que siempre se repiten, ya están puestos. 


Son más de las 00:00 que indican el inicio de ese día en el que siempre hablamos, para conmemorar cuando lo dejamos de hacer, aunque realmente fue un par de días antes, pero bueno, quizás tu ya no me escuchabas, pero yo si te dije hoy, en otros años, las últimas palabras, que por supuesto, no recuerdo.


He llegado de ver el Real Madrid Alba de Berlín en el palacio yo solo. Créeme que tiene su guasa y eso que no he hecho previo en el bar de la esquina, para rememorarla ya del todo. O como para seguir con el cachondeo, suena esa canción, que por supuesto es top de verano, que trae esos reflejos en el cristal. He preferido darme un paseo, ver a la diosa, tratar de saborear Madrid. Estaba muy enfadado, puedo que lo siga estando. Con todo y con todos, conmigo quizás el primero y con todo aquello que no entiendo. Pero quizás este párrafo no es el momento. Y el Chacho ha contribuido bastante a que al menos por un rato se me olvide.


Por donde empiezo, buena pregunta. Ni me acuerdo. Desde la última vez que hablamos han pasado muchas cosas, nunca se puede decir que demasiadas. Y como me dicen cuando me ven en alguna foto, o como digo cuando anticipo alguna conversación pendiente, estoy bien (o algo parecido). Que nunca se debe estar bien del todo, o no asegurarlo categóricamente, pero dentro de lo complejo que están siendo estas últimas semanas, de no querer analizar el frio ni tomar sus decisiones, o acatarlas, mal no estoy, y eso es cierto. O no estoy como estaba cuando estaba mal, por tanto, es diferente, por tanto, debe ser bien o algo parecido.


Porque he estado mal, y mucho. Hay alguna palabra un poco gorda que lo podría definir, de esas que llevan asociadas ayuda en sesiones de diván o incluso alguna que otra droga, que no he usado en ningún momento, pero quizás hubiera sido una buena salida. Un punto de partida. Pero ya sabes como soy, hasta que la hostia no es la adecuada, yo sigo cayendo sin remedio.


El miedo, propio y ajeno, venció la partida, en ese momento. Las cuatro paredes y el techo, eran un lugar seguro. Y ya ni me arrepentía, lo veía hasta normal. Esa normalidad que te encierra y encierra y te sigue encerrando. Esa que en un momento de lucidez te dice, venga inténtalo, para encontrar la mejor de las excusas, sin miramiento ninguno. Viéndolo, pero sin que me importará. Huyendo de todo, de mi. 


El ingeniero ha fracasado. No ha sido el mejor. Y aunque aún no he tenido la conversación con él, y no creo que nunca la tenga, porque es demasiado orgulloso, yo si estoy orgulloso. No ha podido, pero supo parar a tiempo. Y quizá es uno de los grandes puntos de inflexión, no permitir esa tercera noche sin dormir, no permitir que volviera a pasar de verdad, como parecía, tan diferente a todo lo que había imaginado el miedo en tantas otras excusas, pero tan cerca de la realidad.


Y no estaba bien, y entonces lo empecé a ver.


Ese mes de julio, con la “gran novedad” ya conocida, pero sin poder hacer nada. Según escribo me voy acordando, como en Mayo lo intentamos un poco, como antes, lo había intentado también otro poco, peleando entre drogas duras y dieta sin gluten. Pero como a cada paso, pasaba algo que lo retrasaba, y quizás esa fue la caída, el haberlo intentado y que como siempre, el intento provocara esa reacción en cadena que lo tira todo por los aires en el peor momento, y que hace que sea y me sienta el culpable de todo.


En ese momento en el que iban a volver a las raíces, y yo tuve que estas aislado. Y puede que me acomodara. Después de haber respetado al miedo durante todo ese tiempo, pero no haberlo acompañado, si que se quedo cerquita.


Me vienen viniendo flashazos del año, pero no sé si me va a quedar muy extenso, si los quiero recordar o si debo contartelos, total, tu ya los sabes, y aun queda bastante por decirte.


Olvidemos el invierno, la no vuelta a la normalidad y volvamos a esa semana de Julio. Esa en la que todo salto por los aires, y al contrario que tantas y tantas veces, la onda expansiva no fue destructiva, todo lo contrario.


El ingeniero perdió, el miedo seguía vigente, pero… ante esa decisión, empezaron a empujarme hacia el otro lado.


Ese fin de semana de tranquilidad desmedida, con ellos, cuidándome pero consintiéndome. Los fines de semana relajados allí, tan cerca vuestra ya por fin, en la definitiva, con el disfraz de decir que estaba bien, aunque el “under construction” estaba dentro.


Ese viaje tan lejos, al tanto calor, a lo que suponía todos los problemas a los que no me había enfrentado durante tanto tiempo, las copas, el calor, la gente, las no ganas, ese todo. Que no fue completo, que tuvo ese pequeño momento que nadie sabe, pero joder, se peleó. No fue un 10 pero se superó el 5.


Y la vuelta y ese mes de Agosto… a ver como te lo explico. Porque tiene tantas implicaciones, y sabes que me gusta que haya cosas que solo quedan entre tu y yo, y realmente estoy convencido de que así son, y si salen de aquí, pues no creo que nunca me enteré, como casi todo, y si es, pues será de forma indirecta, como casi todo. Porque si algo sabes, es que yo nunca se nada, yo nunca me entero de nada.


Se podría traducir en ilusión y las fuerzas y los motivos para volver. Que ya ves como estamos ahora, que podría decir muchas cosas, y no tan buenas. Pero que ya he preferido ni leerlas, y aprovechar el empujón de la forma conveniente, no sujetando el lastres. Las diferencias entre el calor, y saber, como siempre he dicho durante ese tiempo, sin que sirviera de autoengaño, que el frio luego siempre decide. Y decide lo que esperaba, pero que durante el calor no se puede admitir ni gritar a los cuatro vientos.


Y no ha salido como todos (bueno, algunos) hubiéramos querido, o quizás solo lo quería yo, o ni siquiera, no sé ni que decirte. Pero lo que si te digo, es que ayudó y mucho. 


Por un lado, volver a recuperar a la familia que se elige, aunque haya supuesto dejar de lado, de lo que me arrepiento continuamente, y ahora estoy tratando de recuperar y lo estoy haciendo, a otras muchas. 


Los grandes cambios, hay que hacerlos, pero sin llegar a lo que dice el señor Lobo (Que aquí no voy a reproducir, porque ni siquiera creo que entiendas la relación ni sepas de la frase a la que me refiero). Y para eso estamos. No solo para un coche rumbo al palacio, que es para lo que habíamos quedado.


Y esa parte es importante, porque te hace recordad, que cualquier día es bueno, que el despertador suena indiferentemente y que se está más cansado cuando no se disfruta, que solo con un par de horas en el cuerpo después de cualquier cena, uber o paseo.


Y el algo que tengo que agradecer, aunque nunca lo sepa. Aunque la sensación haya sido muy diferente, esa ilusión tiene mucha culpa. Agosto fue intenso, con sus miradas a otro lado para no liarla, con todas y cada una de sus equivocaciones, pero tan divertido, tan falto de sueño y lleno de vida. Y si, se lo agradezco, aunque esa noche que tiene tanto que contar, yo me fuera a dormir pronto porque me iba de boda.


En ese momento, en el que el mal, era bien. En el que cuando debería pensarlo en ese tren, solo lo disfrute. No es mi culpa decían ellos, que bien te ve me dijo ella. Y es verdad. Estaba muy bien, a pesar de que no debía estarlo. Lo estaba. A pesar de que no salía, estaba bien. Y eso es lo que agradezco, nunca es el objetivo, es el camino. Y entre medias, pues salen otras muchas más cosas.


Uno de esos paseos que te hacen reencontrarte con millones de madrugones posteriores, el verse de persona con algo de agua en los ojos, pero ante todo, con lluvia, frio o calor, seguir andando, parece que lento, aunque luego los cacharros dicen lo contrario.


Ese bucle que aún no tengo muy claro como poder romperlo, que tiene tantas ramificaciones, aviones, silencios y encuentros.


Que simplemente, sin más intenciones que un agradecimiento en este último momento en el que el miedo ha querido volver a coger su cuota de protagonismo. Habrá algo más, ni lo sé ni lo pienso, solo sé y solo pienso que ese tipo de cosas hay que agradecerlas sin ninguna otra intención. Y así seguir caminando y así seguir encontrando.


Porque hacen posible el volver a esos días, con ellos, fuera o dentro. Con ese momento que no te puedo contar pero que fue tan bonito.


Y ojo, que desde que me he hecho un poco más mayor, aún no he vuelto a coger el ritmo, me está costando. Me enfado demasiado, no he querido asumir el frio, o se cual es su decisión, pero hay otras implicaciones. Mejor archivarlo que destruirlo, aunque tenga esas ganas.



No sé si me dejo algo, ahora que lo pienso, sería bueno, por si acaso, decirte que Lo siento.



Sabes que cuando la encuentre la llevaré a verte. Lo estoy intentando aunque no sé como. Es tan complicado, aún ni yo lo tengo claro.


Hace tiempo que no voy, ya sabes los motivos, no se cuando podré. Esta aunque viene del copia y pega, la tengo que tachar, porque si voy, y más a menudo que de costumbre, ya sabes el cambio de planes, pero no te puedo prometer si tendré fuerzas para ir a veros, no lo creo.



Lo siento.



Sabes que estas letras son solo para ti abuela, por eso de que solo hablamos una vez al año. Nunca escribo para que me lean, solo por lo que necesito, a veces he explicado alguna de ellas, ni lo releo. Pero estas son solo para ti, me da igual el resto, tu me conoces abuela, y te sigo echando de menos. Dale recuerdos al señor Martín, allí donde el creía que estaríais.