domingo, 9 de febrero de 2020

Recordarte


Hola Señor Martín

Hace mucho que no hago esto, guardo cada 18 de Noviembre ya sabes tú para qué, porque la echamos de menos, pero contigo nunca he sido tan extenso, hablábamos mucho y lo hicimos durante más tiempo, esos colores que me enseñaste y su pasión tenían la culpa.

Pero tampoco me quiero desviar mucho, de por si estas muy presente, pero este último tiempo lo has estado mucho más.

Empezaré por el final o igual lo mezclo.

Este Jueves volví a ese lugar siendo Febrero. Ese en el que me levanté hace 4 años como si fuera cualquier otro día, mientras tu dormías, yo seguro que había trasnochado la noche anterior, cogí tanto metro y metro ligero, pasé frío y paseando llegue a estar porque así debía de ser. Volví, y sin mucho tiempo para más, no te habías despertado.

Y este Jueves volví a ese lugar. A venderme y ahí estas presente. El camino fue mucho más duro. Estar tanto tiempo de pie me cuesta y mucho, andar hasta el final, con parada de desayuno estaba muy lejos. Me estaba doliendo todo, demasiadas cosas por la cabeza. Pero así es el ingeniero, lo hizo bien o eso quiere pensar. A pesar de dominarlo no eran las circunstancias más adecuadas, supongo que no se le notaría, es muy bueno él.

Y esos tantos dolores que tanto me han hecho recordarte, más aún. Volver esta memoria que tanto digo que me falla a esos días, en los que te dolía a ti. Que pasaste por el taller porque iba a ser mejor, porque era para poder estar mejor. Pero no avanzabas nada, te arrepentías de haberlo hecho, tampoco estabas tan mal como para que compensara el como te encontrabas. Esa desesperación, no por el dolor, sino por la falta de fuerzas. Me acuerdo perfectamente como decías, no me duele, es que no puedo más, estoy agotado, hago un esfuerzo sobre humano y no lo consigo, se me agotan las energías y no se avanza para nada. Y no te entendíamos, te seguíamos presionando, tenías que moverte. Y no lo hacías. Pero no porque no quisieras, no porque te doliera, no porque te hubieras rendido. Simplemente, es que no podías. Y te desesperabas, y te deprimías y se te quitaban todas las ganas, y te arrepentías de todo. Te sentías tan mal, estabas quedándote vacío, sin un gramo de fuerza en el cuerpo, y nos estabas decepcionando. Porque la maldita rodilla no te respondía.

Y en estos meses, te he entendido y comprendido. No hay mayor desesperación que sentirse un inútil, no tener la excusa de que no lo quieres hacer, de poder decir que se es un cobarde, incluso de la comodidad de no querer recuperarse. Ojalá fuera cualquiera de esos casos. Ojalá. Pero no, es que no había fuerzas, poner todo tu empeño para que no se mueva, vaciarte, exprimirte, desesperarte y nada.

Al fin y al cabo, arrepentirse....

Y ahora no duele, ahora pare que se mueve, pero los problemas se trasladan, ese mismo Jueves, en una parte que no importa, al igual que ya casi ni importa eso del fútbol que también perdimos y no te llame (lo siento), hubo un gran retroceso, así lo veo, pero no tengo fuerzas para pelearlo, asumirlo y a ver que pasa. Más o más tiempo, que más da.

Y vuelvo a ese Jueves, ese mismo días, pero por la mañana, en ese ingrato lugar, luchando por el futuro. Jugando con el ingeniero, a todas esas frases de felicitación y enhorabuena por causas pasadas, como me enseñaste que siempre había que estar para ayudar, le pese a quien le pese.

Esa puñalada en lo más profundo, entre la nostalgia y el orgullo, entre la desesperanza y el optimismo, entre los dolores propios y ajenos, en definitiva, entre el chaval y el ingeniero. Ese puñal que se clava, al escuchar esas frases de "no te ponía cara", "me alegro volver a verte", "solucionaste tal mal marrón", "borre tu nombre y el primer apellido", todas esas frases de confianza tras años y años haciendo eso que me enseñaste, tan simple y tan complicado, eso que resume todo lo que soy, todo lo mejor que soy, todo lo que de ti aprendí, sin duda lo mejor de mí.

Todo lo que se resume, en una simple frase

"Soy Camarma"


y si eso es bueno, lo soy por ti