Os voy a contar un cuento
Cada noche puede ser una nueva aventura, esa es la magia que
tiene cuando te vas a dormir y tienes horas por delante, aún es niño y también
le quedan muchos por soñar. Ya se hará mayor y en ocasiones dormirá de día,
otras se le juntará la Luna con el Sol por las obligaciones y tendrá que seguir
despierto y en otras estará tan cansado que no tendrá fuerzas para dormir ni
mucho menos para soñar.
También tendrá noches de ensueño sin tener que cerrar los
ojos, pero todo llegará, aún tiene poca vida a las espaldas y sueños por soñar.
Todo lo que entre en la imaginación de un niño y mucho más
tiene cabida en un sueño. No hay leyes, no hay control. Que todo fluya. Habrá
pesadillas también, que no todo puede ser bueno.
Se despertará y no se acordará y en la mínima parte
recordará perfectamente todo y le gustará. Quizá hubiera cambiado algo, pero
aún no tiene esa capacidad.
Volar, estar en el parque, jugar en su estadio favorito,
cualquier desconocida, visitar lugares históricos en otro tiempo, ser un héroe
o villano, el más cotidiano de los actos, la mayor de las aventuras. Todo tiene
cabida en su noche.
Poner a prueba su valor al saltar al vacío, el miedo de la
caída, el no entender cómo de repente está de pie en cualquier otro lado.
Cerrar lo ojos fuerte al despertarse para volver a dormirse porque se ha
quedado en lo mejor del sueño, esa rabia inconclusa, ese despertar
sobresaltado. Todo vale.
Como niño que es, sus sueños lo coparan miles de juguetes o
juegos con los que le gustaría disfrutar, por ejemplo, con un peluche enorme,
que una vez superado el shock de hablarle, y al contrario que pasa cuando está
despierto, le responde. Con el que vivir miles de aventuras. Acompañado con
alguien que quiera compartirlo, sin la soledad de las noches y las camas vacías.
Y lo mejor, esa sensación inenarrable que lo perfecto de un
sueño al despertar. Ya no es más que cuando sueñes con algo y que al despertar
siga dormida a tu lado.
Como su peluche.
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