martes, 22 de agosto de 2017

Comida rica

Os voy a contar un cuento

Está muy rico, le está encantando, piensa que podría comerlo todos los días de su vida y no se cansaría. Pero está tan lleno, con esa sensación de estar a punto de reventar.

Una pinchada más y explota, pero cómo dejarlo, con lo que le gusta, no lo puede desperdiciar.

Todo niño tiene su comida favorita, esa que repetiría hasta la saciedad. Cuando pregunta o directamente le dicen: “hoy vamos a comer……”; la cara se le ilumina con esa sonrisa de placer.

Como también ocurre cuando escucha "hoy comemos en…". Porque también hay esos sitios en los que todo está bueno y siempre preparan lo que más nos gusta; y comer, aunque nuestro niño sea joven ya lo sabe, es un placer.

Pero la magia no está en el qué sino en el cómo.

Normalmente son platos “sencillos” pero no los hay en ningún sitio igual. La cocina moderna los despreciará, pero es que se está perdiendo su alma, la innovación mata la cocina, no es lo mismo amar la cocina, como tanto defienden que hacen, que cocinar con amor.

Y ahí está el problema y el beneficio. Ese es el ingrediente que se transmite de generación a generación.

A nuestro niño le encantan las albóndigas de su abuela, aún guarda el sabor de esa última vez. Una de las mejores comidas es la asadura de su madre. No hay nada que llene más y mejor que una fajitada de la madre seleccionada.

Está todo tan rico, te llenas tanto y parece que no puedes más, pero siempre te dirán que comas un poco más, no porque debas aprovechar porque cuando crezcas comerás “mierda y poca”. Ya aprenderá nuestro niño a sobrevivir en los fogones.

Lo hacen porque te ven disfrutar de cada bocado, te deleitas en cada mordisco, eres feliz saboreándolo.

Y la gente que te quiere, quiere verte así, y no es que te estén atiborrando de comida, te están cebando a base de mordiscos de felicidad.

Qué rico está todo.


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