martes, 3 de julio de 2012

Lego


Os voy a contar un cuento

Llega nuestro niño a casa de un amigo. Le han regalado por su cumpleaños uno de esos grandiosos castillos de Lego.

Primero vamos a describir la caja.

Grande, enorme, sólo las piezas ocupan mucho, debe ser algo increíble el resultado.

También vienen los planos por un lado y, por el otro, las instrucciones.

Dentro de la caja, muchas bolsas de piezas, excesivas se podría decir, cuánta bolsa de plástico desaprovechada.

Nadie entiende por qué tienen que perder tanto tiempo abriendo las bolsas y juntando las piezas.

Con lo sencillo que sería una sola bolsa, abrirla y ponerse a montarlo.

Una vez perdido tanto tiempo, con todas las piezas juntas y revueltas en el suelo, van a por el plano.

Extrañamente está separado en varios libritos y en cada uno se consigue un módulo pequeño, que al final del último de todos los libros, se junta cada módulo para poder hacer el castillo.

Ésta es la situación: todas las piezas en el suelo, mucho tiempo perdido en la tarde para abrir las bolsas y juntar las piezas, ya no queda tanta tarde para que vayan viniendo las madres a recoger a sus hijos.

No van a terminar de construir el castillo, comienzan los nervios, los gritos y las disputas por las piezas iguales…. No va a dar tiempo.

Un castillo tan grande, un gran objetivo.

Quizá se les podría haber ocurrido que las bolsas tenían un sentido, que no era para perder el tiempo.

Quizá si hubieran pensado….

Uno de ellos coge el otro libro, ese que alguna persona hizo con algún motivo, pero que es tan despreciado.

Coge las instrucciones y lee:

“En cada bolsa están las piezas para los diferentes módulos del castillo por separado”

Un gran objetivo requiere de pequeños pasos, de un esfuerzo diario, de empezar por los cimientos e ir avanzando.

De si hay instrucciones, dejar la inspiración para otro momento.

A lo mejor nuestro niño debería aprender eso, le iría muy bien, conseguiría muchas más cosas… pero…. pero…

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