Os voy a contar un cuento
Hay torneo de canicas en el parque.
Ese momento del año que nuestro niño tanto espera. Esa
ilusión por jugar, por competir, algunos dirán que por ganar o perder, él lo ve
más con la parte de divertirse.
Comienza el torneo, hay mucho niño nuevo, a lo mejor
ligeramente inexperto. Las malas fechas, los horarios malos… quizá la falta de
ilusión hace que muchos de los grandes jugadores no estén esta tarde en el
parque.
Nuestro niño, como campeón del torneo anterior, debe
participar. Defender su título, no es más que una medalla que lleva y pone en
juego.
Las partidas se suceden, nuestro niño quiere pensar en que
la organización ha buscado un cuadro sencillo para que los buenos jugadores se
enfrenten en los momentos finales, en busca de esas partidas llenas de emoción.
La épica de la competición.
Siguen pasando las partidas, sigue ganando rivales. Sus
buenas canicas, esas que saca en los momentos clave, siguen a buen recaudo en
su bolsillo.
Acaba la tarde, no ha necesitado esfuerzo, no ha tenido que
meter la mano en el bolsillo…
-
Y nuevamente campeón del torneo de canicas del
parque, como en la edición anterior. Un fuerte aplauso.
No aparece nadie, se ve como nuestro niño se está alejando
poco a poco del parque, acercándose a su
casa.
La medalla está en la mesa de los trofeos, con una nota al
lado.
“Cuando de verdad me gane está medalla, vendré a recogerla.
Cuando tenga mérito la batalla, lucharé por ella. Ganar lo de esta tarde no se
merece ninguna medalla”
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