viernes, 23 de noviembre de 2012

Sin competencia, sin competir


Os voy a contar un cuento

Hay torneo de canicas en el parque.

Ese momento del año que nuestro niño tanto espera. Esa ilusión por jugar, por competir, algunos dirán que por ganar o perder, él lo ve más con la parte de divertirse.

Comienza el torneo, hay mucho niño nuevo, a lo mejor ligeramente inexperto. Las malas fechas, los horarios malos… quizá la falta de ilusión hace que muchos de los grandes jugadores no estén esta tarde en el parque.

Nuestro niño, como campeón del torneo anterior, debe participar. Defender su título, no es más que una medalla que lleva y pone en juego.

Las partidas se suceden, nuestro niño quiere pensar en que la organización ha buscado un cuadro sencillo para que los buenos jugadores se enfrenten en los momentos finales, en busca de esas partidas llenas de emoción. La épica de la competición.

Siguen pasando las partidas, sigue ganando rivales. Sus buenas canicas, esas que saca en los momentos clave, siguen a buen recaudo en su bolsillo.

Acaba la tarde, no ha necesitado esfuerzo, no ha tenido que meter la mano en el bolsillo…

-       Y nuevamente campeón del torneo de canicas del parque, como en la edición anterior. Un fuerte aplauso.

No aparece nadie, se ve como nuestro niño se está alejando poco a poco del parque, acercándose  a su casa.

La medalla está en la mesa de los trofeos, con una nota al lado.

“Cuando de verdad me gane está medalla, vendré a recogerla. Cuando tenga mérito la batalla, lucharé por ella. Ganar lo de esta tarde no se merece ninguna medalla”

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