lunes, 9 de abril de 2012

Elevator


Interesante, más allá del habitáculo del ascensor

Cuando la ves te pueden quedar dos sensaciones: Muy típica o rascar un poco más profundo en las historias y decir sí, típica, pero buena.

A mí si me ha gustado.

El planteamiento inicial de los personajes me ha parecido sumamente brutal. No te dice nada, sólo salen ellos preparándose para algo, pero ya los tienes, puedes empezar a hacerte una idea de sus vidas, sus manías, sus problemas y sus virtudes que poco a poco se van a ir desarrollando dentro del ascensor.

Si dejamos la superficialidad de grupo de personas dentro del ascensor, lo que tenemos es una película que se ceba a muerte con la sociedad americana. Por partes, que no por orden.

El showman que tiene que ser protagonista de todo, tiene que tener la última palabra y el último chiste, realmente está ahí porque no había otro, pero que, cuando tiene que ser protagonista, cuando los focos sí están sobre él, el escenario le puede.

La niña consentida a la que, a lo mejor, había que haber criado de otra manera, porque se excusa siempre en que ha estado escudada por una familia que no puede saber si ella es o no la culpable porque, mayoritariamente, nunca ha estado mirando.

La reportera que busca el éxito, creyendo que puede ser la protagonista de todo, que ella es la estrella, que se cree que sus jefes están contentos con ella, que su éxito se debe a su trabajo, pero que se acaba de dar cuenta de que su valor está en lo que pueda contar, en lo que se pueda vender, en si elige llamar a su jefa para saciar su sed de noticias o a alguien en busca de ayuda.

El guaperas perfecto, con novia perfecta, para la que todo son promesas de un futuro que se le olvida en el escritorio de la oficina cuando está encima de otra mujer y que su valentía, o su sentimiento de culpa, le hace ser valiente y, claro, los valientes ocasionales sufren las consecuencias de estar acostumbrados a la mentira.

El árabe americano que trabaja en seguridad que es culpable de todo y que tiene que saber todo lo respectivo a bombas y armas porque simplemente se llama Mohamed y, por eso, él es el culpable, aunque se haya reventado la pierna tratando de ayudar.

El hombre hecho a sí mismo, que ha amasado su fortuna, en un tiempo en base a su trabajo, en otro de aprovecharse de otros. Los negocios le han hecho olvidarse de su corazón pero el ascensor le recuerda que para llegar donde está, hubo un tiempo en que se manchó las manos.

La rubia embarazada que duda si moverse entre el odio hacia el cabrón del escritorio o el amor a su vientre. Dice que sólo quiere una palabra de arrepentimiento aunque lo que en verdad busca es un padre.

El típico ejemplo de sociedad americana atiborrada por su cultura de comida rápida, que sabe que su cuerpo no va a dar para más pero que, consumido por esa sociedad, es incapaz de parar. Porque al final, él acaba siendo el héroe. Él muere pero será recordado.

La mujer que ha perdido todo por la falta de corazón de un jefe que, en su olvido, instruye a sus empleados para que consigan más y más dinero. Que perdió a su hijo en una guerra que no entendía y que le proporciona unos grandes contactos que le hacen atentar contra su país y sus culpables, sin echar mucha culpa de ello al alcohol y las pastillas, pero que, a ojos de los que venden noticias, su historia es legítima.


Y todo ello se junta en una película que va bastante rápida, que no se hace pesada, y lo que ves realmente es a unas personas dentro de un ascensor.

Es interesante.

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