Aunque este no
esté protagonizado por nuestro niño, ni por niños.
Si alguna de las
situaciones que se habían pasado por su cabeza quería que se cumpliera, era
justo esta, la que tiene en estos momentos.
Ella está
delante, sus narices dejan paso la una a la otra, hasta que sus labios se paran
milímetros antes de juntarse.
Su ojos se
quieren encontrar, pero sus cabezas, las dos, impiden que eso pase. No dejan
que sus miradas conecten, como eso pase, no habría vuelta atrás. El deseo
ganaría, la pasión se desataría, todo contra lo que han estado luchando,
ocurriría. La cuestión es que no sería una derrota.
-
“Te
has parado” dice él. El hilo de aire que sale al pronunciar sus palabras no
tiene otro destino que la boca de ella, se cuela entre sus labios.
-
“Si…No….”.
Ella no acierta a decir nada más. Sigue peleando contra todo.
-
“No
te preocupes, si tu no quieres no lo voy a hacer”. Los ojos de él se detienen,
fijos en los de ella.
La cabeza no
puede seguir con el movimiento, ambas miradas se juntan. Ya no queda
escapatoria. Ella trata de resistir a sus instintos, no sabe si lo desea o no,
pero mantiene el pulso.
Lleva tanto
tiempo esperando este momento. Lleva tanto tiempo luchando por su vida sólo
para esto, hace ya tanto tiempo que le quitaron la esperanza de vivir, que el
sólo quería luchar por y para ella.
Ella no sabe
nada, el siempre ha sufrido en silencio. Tantas confesiones pero no la más
importante, no sabe lo que le queda en este mundo, no la quería hacer sufrir,
mejor disfrutar de cada instante.
-
“Tranquila,
relájate, no sufras. No vamos a hacer nada que no quieras”
-
“No
puedo, no me obligues, sabes que no debemos”
-
“Déjame
preguntarte algo. Si estuviera en mis últimos días, si esta enfermedad que te
he ocultado me estuviera matando, entonces ¿me besarías?”
Silencio
Sus ojos, sus
miradas ya son una. Una ligera lágrima comienza a salir de esos bellos ojos.
Ella empieza a
comprender todos estos meses, esas ausencias, el no reconocerle. Se estaba
muriendo y no quería decirla nada, no quería preocuparla.
Sus ojos están
parados sobre los de el. Los empieza a cerrar, se está dando por vencida. Va a
empezar a hablar, puede que para decirle que no.
-
“Quieta,
no digas nada”.
Acerca su dedo
sobre sus labios, ocupando el espacio que le separa de los suyos, en señal de
silencio. Igual que la foto de la amable enfermera que lleva viendo tanto
tiempo.
Silencio que no
se acaba.
El esboza una
leve sonrisa. Ni aún sabiendo que puede ser su último momento, ha conseguido
ese beso que tanto anhela. No le importa. Por eso había estado tanto tiempo
callado, no lo quería por pena.
Ella, en el fondo
de su corazón, en algún lugar de su alma, tiene guardado ese beso. Pero no un
beso de pena, de lástima, de último deseo de un moribundo. No, es ese tipo de
beso el que tiene guardado para él.
El lo acaba de
comprender, por eso sonríe, seguirá buscando el amor que acompaña a ese beso,
no sabe por cuanto tiempo, pero lo seguirá intentando.
-
“Gracias
por no besarme”.
Aproxima sus
labios al dedo que les separa, y lo besa. Sus labios no llegan a rozarse, pero
sienten esa presión que va directa al corazón.
No, no será el
último beso que ninguno de los dos reciban, aun les queda por darse el primero,
ese que los dos guardan y esperan.
Ese beso que no
sale de la compasión, el miedo, la pena. Ese beso que se da cerrando los ojos y
que para al resto del mundo.
Ese beso que
quieres que empiece, pero que nunca acabe.
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