jueves, 12 de abril de 2012

Seguir haciendo circuitos


Os voy a contar un cuento.

Parece que deja de llover, el Sol da una tregua al parque, y nuestro niño sigue atónito ante lo que acaba de vivir, su circuito, ese que habían conseguido que quedara tan bonito, destrozado por un perro. Sin remedio, por no querer acatar las normas.

Pero deja de llover. Y él sale corriendo, le dan igual las represalias, que seguro las habrá, pero quedándose en casa nada ni nadie le asegura que no existan. Tampoco lo ha pensado, en su mente está sólo salvar el circuito, arreglarlo.

No va a quedar igual de bonito, puede que se noten las cicatrices y seguro que no tiene el mismo acabado. Él no es de hacer las cosas bonitas, en ocasiones consigue hacer las cosas bien, o todo lo bien que se pueden hacer o, mejor dicho, todo lo bien que él sabe hacerlas.

Pero ha salido corriendo para arreglarlo. En ello está, lo va a hacer lo mejor que sepa, como siempre, aunque con eso no sea suficiente.

Y lo hace. No sabe cómo, pero lo ha hecho.

El circuito está terminado justo para la partida. No es lo mismo, pero está terminado.

Ya pueden llegar los niños para disfrutar de ello, ya pueden ir a jugar.

Nuestro niño, lleno de barro se marcha a casa para limpiarse, en el fondo sabe que hoy no va a volver al parque. O no le dejarán, o no querrá, o quizá alguna sabia palabra le diga que mejor no vaya.

El circuito está listo, pero no es el mejor, no es tan bueno.

Muchos de los niños que no han visto nada, a la hora de empezar la partida, comenzarán con sus malas palabras. Otros que si sepan qué ha pasado, no levantaran la voz contra la masa, mejor no defender a quien ya es culpable.

Alguno se retirará sin mediar palabra. La mayoría sólo hablarán tras la partida según el resultado que tenga.

Pero hay una mirada, la única autorizada para decir algo, que calla. Sabe que no es igual de bonito que antes, falta ese toque que sólo ella sabe darle, pero está hecho, el resto de los niños pueden jugar. Y eso saben que es lo importante.

Ya llegarán los circuitos bonitos. De momento, seguir haciéndolos es un buen principio.

Aunque se llene de barro, se manche las manos y se tenga que alejar y volver a casa. 

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