miércoles, 18 de abril de 2012

No es otro golpe


Os voy a contar un cuento.

No hay duda de que ha sido falta, y de las peligrosas. Tocar un cuerpo que está en el aire está muy feo, la rabia hace esas cosas.

Nuestro niño cae al suelo, no se preocupa.

La jugada ya esta hecha, ahora sólo queda el tiro libre, meterlo y ganar el partido.

Sus compañeros se acercan para ofrecerle la mano para levantarse, acto rutinario de cuando uno cae al suelo, incluso algún rival que está algo más cerca es el primero en llegar.

Mientras que no hay juego, no hay enemigos.

La rabia vuelve a su ser, él es el más cercano, tiende la mano. Pide perdón por el golpe.

- “No te preocupes, así es el juego, tiene que haber contacto”.

No hay problema, coge impulso para levantarse apoyado en las fuerzas de su rival.

Arriba, sabe que no hay prisa, él no tiene prisa, han pedido tiempo muerto para ponerle nervioso, tiene un minuto para ir saboreando la victoria, depende de él, en ocasiones es así de sobrado.

Va a apoyar y su gesto confiado se tuerce. No puede. No cae al suelo gracias a la mano que le sujeta.

A lo mejor no es tan leve como para no preocuparse.

Le acercan al banquillo, ya no hay tantas sonrisas entre sus compañeros, su entrenador ha perdido la cara de confiado, su rival se preocupa más de lo habitual y le pide a su entrenador no salir en lo poco que queda.

Se sienta en el banquillo.

No hay un ¿cómo estas?, ¿te duele?...

Sólo una pregunta, que él comprende perfectamente.

-       “¿Puedes tirar?”.
-       “Trae hielo, que tenemos un minuto para preparar el tiro”.

Silencio

-       “Y no, no puedo tirar, no tengo apoyo para hacer fuerza, así lo fallo seguro”.

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