Os voy a contar un cuento
Otro día más, otra espera más para que llegue la tarde para
nuestro niño. Ese momento que después de un día largo, aburrido, monótono,
siempre le compensa. Aunque le suponga perderse otras cosas, aunque suponga ir
más rápido. También aparecerá alguna bronca y, quizá, algún castigo. Pero es un
niño, le gusta su parque, quiere subirse en su columpio.
Baja, corriendo, que es tarde. Juega, se divierte, es un
niño. Con el pasar de la tarde, cuando llega a su final, empiezan las extrañas
sensaciones. Aparentemente todo está bien, no chirría, no suena nada raro, pero
es extraño.
-
“¿Te has enterado?”. Escucha.
Evidentemente, como siempre, nuestro niño no sabe de lo que
se está hablando.
-
“ Se van a llevar unos días el columpio. Dicen
que está todo bien, que es mera rutina de estos tiempos. No hay nada de qué
preocuparse. Unos días nada más y todo volverá a ser igual”.
Cómo no va a creérselo nuestro niño, al fin y al cabo él no
lo decide, ni entiende de estas cosas. Peros sus sensaciones, esas de las que
siempre se ha fiado aunque no debiera, no dicen lo mismo.
Pero tampoco lo va a pensar mucho más. Le toca su turno. Se
sube al columpio; coge impulso, comienza a volar. Nada más le importa en ese
momento. Bendita juventud.
Sigue volando y volando. A estas edades las situaciones son
tan sencillas, cualquiera puede ser la mejor experiencia y se acaba de bajar de
su columpio.
Ya se va para casa. No se percata de nada. Ni tan siquiera
se gira para mirar. No se preocupa, confía en que serán sólo unos días más.
Al llegar a casa mira por la ventana, quiere disfrutar de
esa última vista, hay más niños y quizás a él no le corresponde, pero también
quiere tener su momento de reconocimiento.
Mañana será otro día y algo encontrará para entretenerse en
ese pequeño espacio del tiempo.
Volverá a volar. Eso no lo quiere olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario