El columpio VI

Os voy a contar un cuento

Sea bueno o malo, a todo uno se acostumbra. No es conformismo. Es tomar esa decisión de hacia dónde hay que mirar. Si hacia ese pasado divertido aunque últimamente no lo es tanto, o hacia ese futuro incierto que si se parece al pasado reciente tampoco le motiva tanto a nuestro niño.

Pero para todo esto está el tiempo, para que pase y todo, se quiera o no, llega. Y ya han quitado el cartel, y ya están montando el columpio.

Baja al parque, tampoco va corriendo. Prefiere la calma y la normalidad. Como si esos eternos días no hubieran existido. Quizás sea hipócrita, pero ya suficiente ha tenido con pasar los días como para llevarlos encima.

Incluso prefiere esperar, hay muchos más niños en el parque y todo quieren jugar con el columpio. Todos quieren su momento. Nuestro niño lo mira de vez en cuando, se acerca a ver cómo está, siempre atento, pero con el disimulo suficiente, que no lo parezca, pero siempre alerta, siempre pendiente.

El día en el parque se puede hacer muy largo, incluso para el columpio, pero ya el Sol está marcando el final del día con su marchar.

Nuestro niño ya sí se acerca, no puede permitir que quede eso así. Quiere su momento. Se monta en el columpio, lo ve sin fuerzas, quizás ha sido el día demasiado largo. Pero él no lo quiere permitir, da sus pasos hacia atrás, se impulsa.

Vuela.

Ambos lo necesitaban, no han sido capaces de huirse más tiempo. Se agarra fuerte a las cuerdas, los últimos vuelos. Se baja, tranquilo. No puede decir que esté contento, estas situaciones no te pueden dejar así si te queda algún tipo de sentimiento. Y nuestro niño se ha divertido tanto. Se marcha, se despide como si fuera el último, nadie entiende ese momento.

Mañana una canasta será una buena excusa.

No había cartel, la noche anterior alguien lo había quitado: “Mañana se montará el columpio pero pasado mañana traeremos uno nuevo”.

Se marcha nuestro niño, tirando a la basura un papel arrugado del pantalón, ese mismo pantalón que anoche llevaba puesto.