Puede que sea un tema
recurrente, que en algún otro momento ya haya contado las características, pros
y contras de cada uno de nosotros. Quién es mejor en qué, quién hace mejor
según que cosas. A quién habría que elegir, a quine habría que discriminar.
Igual también he justificado la existencia de uno o de otro, puesto como excusa
a quien corresponda, según la índole del exceso.
Ese uso de la primera persona del plural para cualquier cosa
que hago (si, iba a poner hacemos pero al fin y a cabo, a estas horas, que
tampoco sabéis cuales son ni posiblemente yo tampoco me acordaré, estoy aquí en
el sofá escribiendo, y si aparece alguien igual, me preocupo). Es una manera de
sentir esa diferencia, esa duplicidad, ese ver que entre ambos construimos uno
sólo uno. Y si, es raro de narices. Pero ya me comprará quien me entienda.
Cada situación, cada momento, se afronta de una forma u otra
y esta bipolaridad es la manera de aislarse de determinados daños, ese
mecanismo de defensa, esa excusa. Ese juego tan raro y en ocasiones, tan
conveniente.
Separar mundos está bien, o por lo menos tratar de formular
un mecanismos para que los compañeros de trabajo no carguen con la mala vida y
el insomnio del chaval y para que los amigos de este no tengan que soportar la
falta de escrúpulos y de casi todo que tiene el ingeniero.
Pero realmente es todo esto verdad? Sirve para algo?. O
simplemente son momentos de
concentración para diferentes momentos del día.
Porque claro, cada uno hace su parte, hasta que revienta, porque
aunque trate de diferenciarlos en esencia son muy iguales, no quieren conocer
el límite, dejan todo o más hasta que último gramo de fuerzas. Y eso ha venido
funcionando desde siempre, no ha dado fallos. Pero últimamente quizá, todo ese
exceso se está pagando (puede que exista alguna razón oculta sin detectar y la
verdad es que no quiero pensar en ello) pero esas fuerzas se agotan.
Porque más que nos pese, porque lo queramos en exclusividad,
si “somos” dos pero sólo tenemos un cuerpo.
Y lo estamos maltratando mucho.
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