lunes, 7 de mayo de 2012

Chronicle



Rabia, poderes, defectos y una cámara.

Vale, son tres chicos. El triunfador en la vida, el guaperas y el aislado social, que adquieren poderes extraordinarios. Esto es cine, así que como punto de partida es válido.

Una vez te crees eso, que realmente no te cuesta nada, la película es un auténtico caramelo para ir disfrutando durante una hora y media (su tiempo justo).

La forma de contarlo, siempre con la cámara delante, me ha parecido simplemente espectacular. No es una bruja de Blair ni un Rec (ejemplos que me vienen ahora a la cabeza), está muy bien llevado, es más, la cámara es el cuarto protagonista de la película. ¿De qué sirven cosas tan extraordinarias si no hay pruebas?, espectacular.

Entrando en el argumento en sí, es un recorrido por la personalidad del protagonista principal de la película. Aislado, padre alcohólico, madre enferma, blanco fácil para los matones de patio y sin más conversación que los viajes en coche con su primo.

Empieza a grabar para ser capaz de explicar su mundo, lo que sus palabras no se atreven, lo hace la cámara. Gran ejemplo.

Por cosas que pasan, esa cámara es la culpable de que su vida cambie para siempre. Sin esa cámara no habría poderes.

Luego empieza la parte vitalista de la película, una que realmente disfrutas volando de un lado a otro. Como esos poderes fundan una amistad, la búsqueda de controlarlos y la decisión de unas normas, que son necesarias. Un poco a lo Spiderman “Un gran poder exige una gran responsabilidad”.

Los momentos de los vuelos, son grandiosos.

Como ese poder, el saberlo utilizar, pasa de los accidentes inconscientes a los grandes espectáculos de magia, del “Don nadie” al famoso. Y ahí va otra de las enseñanzas de los poderes y sus controles. Un solo día no cambia el resto, y más aún si hay mucho grupo de gente que está dispuesto, por miedo y envidia, a seguir con las intenciones de pisotear al nuevo famoso.

Y ahí se rompe todo, a todos se nos pasaría por la cabeza. Tal poder y tener que seguir sufriendo… no utilizarlo. El protagonista elige el camino fácil, el de arrancar dientes, robar y golpear, ese en que los accidentes provocan grandes pérdidas.

El final es un derroche de poder y efectos brutal.

La intención desencadenante es buena (ojo a la crítica social que tiene detrás hacia el sistema de un país), salvar a su madre. Pero partiendo de una buena intención el resto son un cúmulo de malas decisiones que deja a su paso muerte y destrucción.

Por otra parte, la actitud del primo, a mi por lo menos me ha sorprendido, creía que iba a ser el quien utilizará más sus poderes, pero no, y también es un buen dato, fuera clichés.

Tener que romper sus propias normas, no para evitar que su amigo (que realmente si se ha convertido en ello) rompa la ciudad entera y mate todo lo que está a su paso, sino que para intentar salvar a su amigo.

Y la única salvación le lleva a una flecha.

La representación del odio y la frustración en el personaje tras el hospital está realmente conseguida.

Y todo acaba con otra grabación, otra cámara, porque las hazañas se graban.

Una historia de rabia, poder, amistad, ira, frustración, malas decisiones, todo ello grabado con una cámara.

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