martes, 22 de mayo de 2012

Consecuencias


Os voy a contar un cuento

El ruido de los cristales evidentemente calla los gritos del recreo. Ni sonrisas, ni palabras, ni sollozos. Todo en calma, todo en silencio.

Ese silencio que no molesta pero que avecina incertidumbre, esa incertidumbre que no puede traer nada bueno.

¿Las miradas?  al culpable.

Su muñeca le duele cada vez más, mucho más. Abriendo el bocata no le habría pasado.

Se acerca uno de los cuidadores del patio, ese que tan atento estaba a cómo una panda de borricos hacían el cafre, agarra a nuestro niño, se lo lleva a uno de esos despachos que inculcan el temor juvenil.

-         ¿Qué ha pasado?

-       Ha roto el cristal con un balonazo.

-         Pero si sabes que no se puede jugar al balón en esa zona...

-         He visto como se giraba a dar a la pelota, y directa al cristal, menos mal que ha sido eso, porque justo al lado había un grupo de niños jugando y podía haber ocurrido una desgracia.


-         Pues esto es muy serio… no lo esperábamos de ti, pero no se puede quedar así. Vamos a llamar a tus padres no sólo por el cristal, que lo tendrán que pagar, sino para decidir tu castigo, porque lo que has hecho es muy grave.

-       “……………..”

-         ¿No vas a decir nada?

-         “Me duele la mano, ¿puedo ir a que me la miren? Y mientras llamáis a mis padres y elegís el castigo.



Sale del despacho, se dirige hacia la enfermería. Posiblemente le venden la mano.

Ahora mismo no le importaría estar saboreando su bocata, aunque no le gustara.

A eso se le llaman consecuencias.

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