jueves, 17 de mayo de 2012

El barrio duerme


Os voy a contar un cuento

El barrio duerme, dejémosle descansar.

Es demasiado temprano para levantarse pero demasiado tarde para estar aún despierto.

En el cielo, la Luna. En los balcones del barrio, luces apagadas. Dicen que se ha quedado buena noche.

Aún quedan resquicios en el parque de lo que será su futura vida, también por los columpios, el tobogán y el resto de zonas que poco a poco su generación está dejando de usar en favor de otros entretenimientos, más modernos pero menos colectivos. Pero él aún es joven, aún ve estas horas de madrugada desde su ventana.

Noches de esas que dicen de calor, el verano está dando avisos pero ya no se fía ni del hombre del tiempo.

Al fondo, sólo una luz compite con la Luna. Alguien se está ganando el pan.

Buen ejemplo que algún día quizá seguirá.

Pero su mirada no se centra en ese local, ese que visita todos los días en busca de sus dos barras, en el que le reciben con una sonrisa y puede que pasado el tiempo le traten de señor, aunque en algunos días aún se sienta joven.

A lo mejor debería centrarse en ello, pero es un niño que aún cree que los sueños posibles y, por eso, su mirada va directa a la Luna.

Conversa con ella a pesar de saber su naturaleza mentirosa y la cara que le oculta. Puede que de ella reciba mentiras, lo que él le cuenta se queda en los secretos de la madrugada.

De momento no tiene temas importantes vistos fuera de la atmósfera de un niño, pero va cogiendo el gusto al insomnio, irá aprendiendo de él.

No espera muchas respuestas, eso es cierto. Pone a la Luna como oídos que le escuchan por no pensar que la locura ya se ha instaurado en su vida, ese momento ya le llegará.

Hoy le ha contado que mucha de la gente que le alaba por su alegría, le pregunta que si no duerme bien o está cansado, y que él ha tenido que contestar que sí.

La Luna no le da respuesta, sólo que a él le da la sensación que brilla un poco más fuerte.

Prefiere pensar que son sus palabras las que hacen eso, esa compañía hasta altas horas de la madrugada.

Mira al parque, su parque, ese sitio de juegos. No es el único que está mirando al cielo.

Dejémosle que aún mantenga sus ilusiones, aún es un niño.

Que el barrio siga durmiendo y que él siga su mismo ejemplo.

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