Os voy a contar
un cuento.
La profesora ha
preferido recoger los escritos antes de que lo entreguen a la responsable de la
creatividad.
Sí, es cierto, no
se fía de la capacidad de la mayoría de sus alumnos y prefiere revisar tanto el
contenido como el continente (que no Carrefour), no vaya a ser que el colegio
quede mal. No vaya a ser que alguno de los niños y niñas que
componen la clase escriban algo que no se deba decir o no lo escriban bien.
Cierto es que no
va a tener muchos trabajo. De los casi treinta niños y niñas que hay en clase,
no llega a diez el número de folios que tiene que revisar.
Que tampoco dice
mucho por parte los alumnos, ni aún siquiera teniendo una recompensa han
conseguido motivarse. Vale que el tema de motivante (siempre a ojos de nuestro
niño, que es de quien van las historias) no es que fuese mucho, pero bueno, por
lo menos era algo diferente.
Pero
nada, ocho escritos que repasa, que revisa.
Antes de que
venga la profesora a la que hay que entregarle las hojas llenas de letras
juntas, con espacios en blanco y signos de puntuación, se acerca a nuestro
niño.
- “Ahora cuando venga la señora,
tú no digas nada en la clase”.
Evidentemente,
nuestro niño no sabe los motivos ni las razones ni las circunstancias de tales palabras,
pero callará.
- “Luego te lo explico”.
Llega la
encargada de recoger los ejercicios de creatividad. Se presenta el director del
colegio, las cuestiones de estado requieren su parafernalia. Empieza a hablar
pues:
-
“Hola
a todos. Como ya sabéis…[bla bla bla]. Y entonces hemos elegido a los siete
mejores para participar en el concurso, para evitar trabajo al comité que
decida, que estarán ocupados [bla bla bla]”.
Eso era, siete
escritos. ¿Será el suyo el que no está entre los seleccionados entre los
mejores?
Realmente, le da
igual.
Se acaba la
parafernalia, se acerca su profesora.
-
“Estaba
bien escrito, era el único que realmente describía un día cotidiano, algo real
que hubiera pasado. Sin duda, de los que teníamos, era el mejor que había”.
Nuestro niño ni
se molesta en seguir preguntando.
- “Vale,
no me diga nada más”.
Sabe
perfectamente que su escrito incumplía uno de los grandes problemas de este
tipo de concursos creativos capados.
Decía la verdad.
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