viernes, 11 de mayo de 2012

Luego te lo explico. Verdades


Os voy a contar un cuento.

La profesora ha preferido recoger los escritos antes de que lo entreguen a la responsable de la creatividad.

Sí, es cierto, no se fía de la capacidad de la mayoría de sus alumnos y prefiere revisar tanto el contenido como el continente (que no Carrefour), no vaya a ser que el colegio quede mal.  No vaya a ser que alguno de los niños y niñas que componen la clase escriban algo que no se deba decir o no lo escriban bien.

Cierto es que no va a tener muchos trabajo. De los casi treinta niños y niñas que hay en clase, no llega a diez el número de folios que tiene que revisar.

Que tampoco dice mucho por parte los alumnos, ni aún siquiera teniendo una recompensa han conseguido motivarse. Vale que el tema de motivante (siempre a ojos de nuestro niño, que es de quien van las historias) no es que fuese mucho, pero bueno, por lo menos era algo diferente.

Pero nada, ocho escritos que repasa, que revisa.

Antes de que venga la profesora a la que hay que entregarle las hojas llenas de letras juntas, con espacios en blanco y signos de puntuación, se acerca a nuestro niño.

-       “Ahora cuando venga la señora, tú no digas nada en la clase”.

Evidentemente, nuestro niño no sabe los motivos ni las razones ni las circunstancias de tales palabras, pero callará.

-       “Luego te lo explico”.

Llega la encargada de recoger los ejercicios de creatividad. Se presenta el director del colegio, las cuestiones de estado requieren su parafernalia. Empieza a hablar pues:

-          “Hola a todos. Como ya sabéis…[bla bla bla]. Y entonces hemos elegido a los siete mejores para participar en el concurso, para evitar trabajo al comité que decida, que estarán ocupados [bla bla bla]”.

Eso era, siete escritos. ¿Será el suyo el que no está entre los seleccionados entre los mejores?

Realmente, le da igual.

Se acaba la parafernalia, se acerca su profesora.

-          “Estaba bien escrito, era el único que realmente describía un día cotidiano, algo real que hubiera pasado. Sin duda, de los que teníamos, era el mejor que había”.

Nuestro niño ni se molesta en seguir preguntando.

            -       “Vale, no me diga nada más”.

Sabe perfectamente que su escrito incumplía uno de los grandes problemas de este tipo de concursos creativos capados.

Decía la verdad.

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