Os voy a contar
un cuento
Primer día de
castigo.
No sale al patio,
se queda en su pupitre, en clase.
Por la ventana
hoy ha decidido entrar el Sol. Bueno, son sus decisiones y nuestro niño no es
nadie para contradecirlas. Cuando le toque, él también disfrutará de sus rayos
y, si decide no salir, pues bienvenida sea la lluvia. Al fin y al cabo, es sólo
agua.
Debería ponerse a
copiar una frase sin sentido unas cuantas veces, así son los castigos, pero
primero prefiere abrir su bocata.
Ese que viene envuelto
en albal, que unas veces está rico y otras veces es bueno, con sus diferencias
claro.
Está abriendo su
bocata. Esta vez lo puede empezar a saborear, no es el que le guste más en el
mundo pero… es su pequeño momento diferente en el día que se pasa encerrado
entre esas cuatro paredes.
De repente, un
ruido rompe su calma. Se vienen gritos, escucha carreras.
-
“Rápido,
rápido”.
Se asoma a la
ventana, ve revuelo. El ruido pasa por delante de la puerta. Niños y profesores
corriendo.
¿Qué habrá pasado?
-
“Un
accidente”. Escucha a lo lejos.
-
“Estaban
los niños jugando a la pelota y se les ha escapado el balón, con tanta mala
puntería que ha dado a otro niño que pasaba por ahí, se le han roto las gafas y
se le han clavado en la ceja”.
Un accidente,
curioso cuanto menos. En los accidentes no hay culpables, sólo victimas.
Entonces, él se
pregunta, ¿qué es él: culpable o víctima?
No será nuestro
niño quien decida la respuesta. Eso no sería justo.
Por cierto, otro
bocata que no se termina.
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