viernes, 30 de marzo de 2012

Creer, aunque sea otro


Os voy a contar un cuento

La bola está llegándole.

Una mano amiga rival impide el momento. Alguien, siguiendo su instinto, quizá el de muchas tardes en el parque compartidas, ha desoído todas las indicaciones y ha recordado otras tantas. Su corazón le ha dicho "Cúbrele".

Nuestro niño no lanza, su equipo pierde el partido, es su culpa, él sonríe. Se acerca a su rival, antiguo compañero.

“Gracias”.

Le ha ganado el partido. Le ha recordado que, por mucho tiempo que haya pasado, algún recuerdo le queda.

No necesitaba ganar, sólo quería jugar y sentirse partícipe. Que alguien creyera que podía ser él.

Mientras que todos escuchaban la frialdad de su cabeza, a uno su corazón le dijo que él era el peligro, que era importante.

No necesitaba ni ganar ni perder, sólo volver a sentirse partícipe y que alguien confiara en él, en lo que fue y es. Y ha sido un rival, un antiguo compañero, alguien que entiende lo que es el respeto.

Su rival se acerca a nuestro niño de nuevo:

“La próxima no la fallas”.

“No lo dudes”.

No hay más palabras, su equipo ha perdido. El lunes él volverá a entrenar y a sufrir las consecuencias de las derrotas: carreras, dolor, esfuerzo y sacrificio. Le parece justo. Con una ilusión especial y una sonrisa con la que espera que vuelva a sonar el despertador.

Ha aprendido que no le faltaba ilusión, esa la tenía ahí aunque fuese escondida en la mochila. Puede combatir contra todo eso solo. Llegado el momento, sólo hace falta un gesto, una palabra, una mano que corta un balón para recordar lo bueno y querer seguir haciéndolo.

Mantendrá siempre sus costumbres, le hagan bien o mal, con ilusión. Porque simplemente así tiene que ser, sólo hacía falta que se lo recordaran.

No es cuestión de ganar o perder, sino que alguien, además de ti, crea que puedes ser tú el que tenga el balón para decidirlo.

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