jueves, 29 de marzo de 2012

Dentro huele a banquillo


Queda partido, una jugada, 1 abajo.

En el banquillo contrario la consigna es clara. Flotar al 27, no le van a dar el balón a él, no van a confiar, aún no ha jugado.

Sus rivales salen al campo derrotados. Si hacen caso a su cabeza, digo entrenador, perderán el partido, su corazón les pide defender a quien lo merece. Pero, ¿cómo no hacer caso?

En el suyo se prepara la jugada.

“Tú te separas para abrir el campo y el resto hacemos cuernos”. Esa, su jugada, la que él sabe, pero aunque esté en la cancha, ahora está más lejos que en el último lugar del banquillo.

Hagan juego, bola en mano. Un pase, ahí no puede ser, defensa, ahí tampoco, otro defensa, se acaba el tiempo. Sólo una opción, para los momentos críticos si es opción, si él falla, ya hay culpable, sino, era su deber. Bola abierta al campo.

Llega, le está llegando, piensa en el tacto, en ese roce de placer con sus manos, esa sensación perfecta, una unión necesaria. El resto va a ser un movimiento mecánico, la bola, si llega, está dentro.

Seguro que gana el partido.


Ahora le debería llegar el balón, agarrarlo con fuerza, dejar volar al primer defensa y un tiro sencillo a tabla, dentro, 1 arriba. Partido ganado, risas, alegría y satisfacción, volver a la cancha como en las películas. Pero esto sigue siendo realidad, no guión escrito para que el que cree merecerlo gane, eso es otro cuento.

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