jueves, 15 de marzo de 2012

Sueños, pesadillas y sus similitudes



Os voy a contar un cuento

En ocasiones, los sueños son demasiado crueles, nuestro niño lo sabe. Ya distingue entre sueño y pesadilla y, por alguna razón que no es capaz de explicar, prefiere lo segundo. Incomprensible o no, es así.

En sus pesadillas hay monstruos, poca luz, caídas, gritos, carreras desesperadas, presencias incómodas, todo lo que puede asustar a un niño pequeño.

Pero sabe, e incluso llega a distinguir, cuándo está dentro de una de ellas y elegir algún camino, y sobre todo, es consciente de que acaban; despierta, puede que muy sobresaltado, con esa parálisis que provoca el miedo, pero tampoco tiene que moverse mucho, si acaso, darse la vuelta y seguir durmiendo. Es un niño. Recordará la pesadilla, pero sabe que no es real y eso le alivia.

Otra cosa diferente son los otros sueños, los que no se consideran como pesadillas. Esos en los que el mayor miedo es reconocer que está durmiendo, que no es real.

Esos que juntan a personas, algunas a lo mejor venidas del olvido, otras presentes en situaciones perdidas o deseadas, historias de esas que sacan la sonrisa, que al despertar le dejan buena sensación, una sensación inmejorable, pero que suponen un problema, se terminan.

Lo bueno de las pesadillas es que se acaban, y lo malo de los sueños es que se recuerden. Pero quizá la mayor pesadilla sea no cumplir sus sueños, pero eso lo aprenderá con el tiempo, todavía es un niño, aún es muy joven.

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