Os voy a contar un cuento
Ruido, máquinas, obreros, gente desconocida y que molesta.
Son aceptados en el parque, porque no queda otra y, además, se supone que van a mejorar ese lugar.
Con lo que están haciendo van a permitir que los niños jueguen tranquilos, dejen sus cosas tranquilas y que ningún perro se interponga en sus tardes salvo que ellos quieran.
Un cartel: Próximamente parque canino.
Idea molesta en su ejecución, beneficiosa al final.
Tocan unos días, quizás demasiados, en los que el ruido va a molestar mucho, las máquinas van a impedir los partidos y el balón se tiene que quedar en casa.
Mucho niños, el nuestro incluído, no entienden nada, aún son jóvenes. No ven la ventaja que tiene a veces no poder hacer lo que a uno le divierte, no comprenden que para mejorar, a veces, deben esperar y dejar de jugar.
Son niños, qué le vamos a hacer, quieren jugar hoy sin esperar a mañana, de hecho, desconocen el mañana, les importa este momento y disfrutarlo. A lo mejor ellos no han olvidado que cada momento es necesario y que si no se disfruta no merece la pena.
Aún no han crecido y la vida no les ha dicho nada.
Y siguen los obreros haciendo ruido, algunos niños ya se han acostumbrado, otros han dejado de venir por miedo (no el suyo), otros se entretienen viendo las máquinas y sueñan con usar algún día una de esas.
En los próximos días, habrá muchos juguetes de obras emulando a sus nuevos héroes.
Otros, como nuestro niño, simplemente esperan.
Va a ser para mejor, ya no va a haber lágrimas ni desesperación cuando un perro se acerque, ya no van a destrozar su diversión, no la van a impedir.
Los dueños llevarán a los suyos al parque para ellos, bien atados. Ahí los perros podrán disfrutar de las risas de los niños, sin impedirlas.
Si es para bien, bien merece la pena aguantar un poco de las obras, dejar de jugar, para después jugar más.
Le parece justo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario