lunes, 5 de marzo de 2012

Primera tarea


Os voy a contar un cuento.
 "Un niño busca y recoge todos los lápices de todas las mesas y los lleva a una sola mesa”
Es la tarea que más se puede parecer a un juego, una especie de escondite entre un niño y objetos inanimados.
Puede complicarse realmente porque de inicio no sabes el punto de partida, no sabes dónde está tu objetivo. Son los lápices, y deberían estar en la mesa, pero puede que alguno se haya caído al suelo, o que incluso hayan rodado debajo de alguna estantería. Mejor no pensar que algún niño se convierta en amigo de lo ajeno y decida que en el bote de su casa está mucho mejor que en el de clase.
Una labor de investigación y de seguir la pista.
Se trata de la primera tarea, que el resto de tareas (o niños) están esperando a que se termine. El niño (venga o niña que me está quedando machista el tema) tiene que decidir entre:
1)   Recogerlos todos, cargar con ellos y, al terminar, dejarlos en la mesa para que el siguiente los clasifique.
2)   Según los va cogiendo, pasar de vez en cuando por la mesa a dejarlos para que el de la siguiente tarea pueda empezar su cometido.
 Vamos, diferencia entre serie o paralelo. Si elige la primera opción, cuando termine se podrá marchar, su trabajo estará hecho, y vamos a suponer en todos los casos que los niños no son crueles y hacen bien su trabajo para evitar problemas posteriores (que a lo mejor es suponer mucho). Cuando él termine, empezará el siguiente. 
Optando por la opción dos, él a lo mejor tarda un poco más, el tiempo de los paseos de ir y volver a la mesa de colocación (llamémosla así). Pero mientras él busca más lápices, su compañero puede empezar con su tarea, pudiendo acabar antes.
 Otra cosa es que pensemos que el niño que termina de llevar los lápices, se quede a ayudar en alguna de las tareas (ayudar, no que el resto se aprovechen de su buena voluntad para no hacerlas ellos, así no aprenderían, aunque algunos consideren en esa actitud una virtud y un mérito).
 Quizás se le pase por la cabeza, para ello habría que pensar, que a la que va recogiendo, con una mano puede coger los enteros, y con la otra los que le falta la punta.
 Nuestro niño lo haría lo mejor que pueda o que le dejen. Seguro que cometería fallos, pero los guardaría en el rincón de las enseñanzas para no volver a hacerlo y pondría atención en cómo lo hacen los otros, no para criticarlos, sino para aprender de ellos.

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