jueves, 22 de marzo de 2012

Días de lluvia


Os voy a contar un cuento

¿Puede haber algo peor que un día de lluvia para los niños del parque?

Sí, que ese día, justo ese día y no otro, sea el del torneo de chapas. Con el circuito nuevo, ese que es tan bueno y tan bonito.

En tiempo, los días de lluvia eran malos, ya que no sólo implicaba no jugar, sino tener que pasar todas las tardes mirando por la ventana, sin más sonido que una gota tras otra.

Las tormentas son divertidas desde el sofá, pero no en días importantes, en esos en que hay algo que hacer. Son un buen entretenimiento, pero sólo en el caso de que no haya otra cosa que hacer.

Y suponían no sólo echar a perder la tarde, sino también el torneo, los circuitos, todo. Cuando dejaba de llover tocaba volver a empezar. Hay cosas que son irrepetibles y que, por mucho que se hagan, nunca salen como la vez que tenían que salir.

Pero eso ya no es un problema. En su parque un día alguien pensó en poner una especie de caseta, más bien un tejadillo. Ahí es donde se hacen los circuitos, las buenas ideas hay que aprovecharlas. No se puede jugar porque no entra todo el mundo, sólo cubren los circuitos, pero se mantienen.

Para evitar problemas, también se tapa con una lona, lo bueno y lo bonito hay que tratar de cuidarlo con los mejores medios.

Los niños no están preocupados, pasan la tarde tranquilos sin miedo a perderlo todo. Son niños, esa incertidumbre no es buena para su corta edad.

Está nuestro niño en casa pues, y le da por mirar por la ventana, curiosidades que pasan.

Se queda helado, no puede creer lo que está pasando. Un perro, ese perro que debería estar en el otro lado del parque en esa jaula que se hizo hace tiempo y que tanto molestaba pero que iba a solucionar tantos problemas, está rompiendo la lona, el circuito y todo lo que significa.

No se lo puede creer, no entiende. Rabia, impotencia. ¿Qué hacer? Salir corriendo, el daño ya está hecho e implicaría castigo.

Ve a la dueña acercarse al maldito perro, espera reprimenda, por lo menos que diga algo. Mientras, el perro está utilizando lo que antes era un circuito como baño.

Llega al lado, mira hacia los lados, saca una bolsa de la mano, vuelve a mirar, coge la correa, ata a su perro y se va.

No ha pasado nada, nadie ha visto nada.
No lo entiende.

La tarde siguiente no habrá torneo y no será capaz de volver a hacer el mismo circuito, no porque no sea capaz, sino porque no va a encontrar el motivo.

Luchas contra todo para que luego se rompa por no acatar las normas, y él desde la ventana.

No le parece justo.

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