domingo, 31 de julio de 2011

Descorazonado

El niño se para a pensar, hace tiempo que no lo hace, o quizás ahora esta cometiendo el gran error de volverlo a hacer, mira por la ventana y ve el parque, su parque.

¿Hace cuanto que no le hace una visita?

La respuesta es sencilla y a la vez imposible de contestar y recordar.

La respuesta sencilla es rápida, pues mas o menos desde esta mañana o este mediodía, o ayer por la mañana o antes de ayer, o cualquier día de la semana, o muy temprano o con mucho hambre.

La contestación imposible es porque no recuerda cuando es la ultima vez que estuvo en el parque, la cabeza ya no le funciona, el cansancio hace imposible estar donde debe, y cuando esta donde debe, no tiene las fuerzas suficientes para mandar las ordenes al resto del cuerpo, y el corazón, hace tiempo que pelea en balde.

En esta reflexión esta, cuando en una vieja caja, encuentra una de sus bolsas de canicas, se pone a mirarlas, y encuentra una llena de significado. Recuerda su historia.

En tiempos, no era ni siquiera suya, le gustaba, no lo va a negar, y un día, se dieron las condiciones necesarias, pueden llamarlo azar, y la podía ganar. Azar, por no hablar de tesón, esfuerzo y mucha clase, esa clase que siempre se aprecia y alaba, pero que nunca se quiere comprobar, lucho y llego al momento justo. La podía conseguir, la luna ya empezaba a despedir a su amado, deseándole buenas noches, y el se despedía pidiéndola que estuviera ahí cuando volviera a amanecer. En ese momento, crucial, también le vino a nuestro niños una de sus características, a el le gustaba la canica, pero ciertamente no era su dueño, no podía arrebatársela, y por ello la dejo marchar. Levanto su sombrero, bendijo la unión de la canica con el campeón, y se retiro. Digno, satisfecho, sabiendo que había hecho lo correcto.

Y en estas esta, otra vez con la canica en la mano, no sabe muy bien porque manos ha pasado, pero evidentemente el campeón no la ha sabido cuidar. Esta un poco sucia, el olvido se acumula y hay que recuperar el tiempo perdido a marchas forzadas.

Toma con cariño su pañuelo de limpiar canicas, tras unos minutos para recordar donde estaba, empieza poco a pasarlo, muy suave, casi sin tocar, poco a poco la recorre entera, ya comienza a recordar porque la quiso hace tiempo, sigue con cuidado, cuando se recupera un objeto valioso, se trata con mas sosiego, los dos se conocen y no es plan de hacerlo mal.

Sigue con mimo limpiando, poco a poco, lentamente, no quiere que nada falle. 

Ya esta, perfecta, como siempre, como recordaba, quizás incluso, como añoraba.

Se dispone a ponerla en el lugar de las cosas importantes, a parte de ya llevarla en el corazón, hay otro estante, otro lugar donde situar lo más importante. La coloca, tranquilo, sutilmente.

De repente, cuando esta observando esa obra de arte, un gran vendaval se desata, maldita corriente, se lleva sin pudor a la canica, los pocos reflejos que le quedan no son suficientes, solo es capaz de observar como la canica cae, lentamente también, tranquila, de manera sutil, poco a poco. 

Cuando quiere ir a recogerla, ahí esta yaciendo en el suelo, no la va a poder utilizar nunca jamás, tan solo le queda recordar, esos tiempos, recordar, si hubiera cerrado la ventana, sino hubiera dejado opción al viento soplar.


Queda descorazonado

No hay comentarios:

Publicar un comentario