domingo, 31 de julio de 2011

Disfraces

En las fechas que nos marca en estos instantes el calendario, es bueno plantear una situación, la de un caballero en el siglo XXI, ahora que ya no esta al amparo de su armadura, escudo y espada; o bajo su sombrero, cubriendo con la capa a su inestimable compañero el sable. Esos si que eran grandes disfraces, que ahora se usan con desprecio y sin tener en cuenta el honor con el que se portaban.

Hablo de ese caballero, que abandona su ciudad en pos de combatir al lado de su señor, con la única intención de salvaguardar su honor y el de su tierra. Ese honor que mancilla la nobleza ajena a tanta lucha, cuyo único fin es la riqueza y el poder.
El caballero, también deja a su amada, perdón, no la deja, ve como es desposada con alguien importante de nombre y títulos nobiliarios interminables, que nunca conocerá el significado de palabras como honor, respeto e incluso educación y amor.
Y ahí se encaminan numerosos caballeros, directos a la batalla, a saludar a la muerte, a decirla sin ningún temor, que si ha de caer, no le importa, si quiere su cuerpo que se lo intente arrebatar, el luchara, y que si quiere su alma y su corazón, que no lo busque, ya que no le pertenecen. Y además, mueren cuando regresa victorioso a su ciudad, y ha de contemplar como la avaricia y el poder le quitan las ganas de seguir luchando, pero es un caballero, y juró por su honor que lucharía por su tierra y por su dama (aunque esta lo sea de otro afortunado que no sabe valorarlo) hasta su último aliento.


Hablo de ese otro caballero, héroe de antaño, denostado en estos tiempos que se conocen como de paz. Estos tiempos donde la guerra se traslado de fuera de las fronteras al interior de la ciudad. Su sable un día sirvió a grandes señores, luchaba y vencía por un gran país, ahora se vende al mejor postor, en busca de sobrevivir. Una vida indigna para muchos, mal vista para el resto. Pero cuando empiezas a vivir de las glorias pasadas, cuando compruebas que tus logros quedan en el olvido, un puñado de monedas es un puñado de monedas, y todo el mundo ha de seguir adelante.
Un callejón, angosto, estrecho, oscuro, es un buen lugar para morir, en estas épocas todos lo matones fueron héroes, caballeros de honor, y encontrarse con uno de ellos al doblar una esquina, no lleva a otro lugar que a un duelo, un duelo entre caballeros.
En juego el honor, si ambos salen con vida, ninguno de ellos podrá dar un paso mas, su honor se habrá perdido. El sable mata al hombre pero hace nacer a la leyenda.


Y hablando de disfraces, como esta época indica, todos nos habremos puesto uno. Deberíais probar uno muy peculiar, son 8 10 o 12 años menos (o todos ellos juntos). Consiste en mirarse al espejo, peinarse como siempre, arreglarse, y salir a la calle. Pero ahora vienen los cambios, la blasa pasa a ser un coche, los medios de lomo de veinte duros pasan a ser pizzas de 9 euros, los zumos de naranja se cambian por zumos de cebada, y a los refrescos le sacas de su soledad, y les has buscado nuevos amigos (mezclado o agitado, como gustes). Pero las circunstancias, los cuerpos, sin duda cambian, las ganas, los nervios, las risas, son las mismas.


Otro disfraz a ponerse este es azul, quizá no me lo ponga, pero sin duda vendría bien. Pero es de ese tipo de disfraces que sabes que sientan bien, que pueden “triunfar”, pero no repetirías mas con el, no va contigo. Es un disfraz adecuado, pero que no se debe repetir, que cansa y te quita las ganas. 

Voy a dejar ya de hablar de disfraces, y ponerme el penúltimo, esta vez es de cuadros azules (por casualidad, podría tener planetas o ser de flores verdes), voy a juntarme con mi fiel compañera, que no se lo quita ni de día ni de noche, y a ver que me cuenta. (vamos que me voy a meter en la cama un rato, que gran disfraz)

Y ya para terminar, el último disfraz (y este va dedicado por obligarme a hacer estas cosas jejeje), el siguiente será de ángel o demonio (o quizá los dos).

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