Nuestro niño se encuentra otra vez en el parque.
Siempre se ha escuchado que hay situaciones en las que se es más feliz que un niño con un caramelo, y en este caso estaba experimentando esa sensación de manera literal, estaba degustando un caramelo, y no un caramelo culaquiera, sino el que mas le podia gustar, una de estas piruletas con forma de corazón.
Y ahí estaba nuestro niño, degustando su caramelo, cuando se le acerca otro niño, mucho más grande que él, quizás no mayor, pero a estas edades un par de meses de desventaja pueden crear muchas diferencias fisicas.
En ese momento le pregunta a nuestro niño, que de donde ha sacado esa piruleta, que el quiere una. Nuestro niño, con voz bastante debil, quizás se teme las consecuencias que tendran sus palabras, y que posteriormente se confirmarían, no tengo más, es la última, responde tembloroso. “pues yo la quiero”, contesta rotundo.
“pero no tengo más y esta es mia”.
“me da igual”. Y tras esta afirmación, y gracias a que su corpulencia juega en favor de el, agarra la piruleta y se la quita de las manos a nuestro niño.
Y se conduce hacia otro lugar del parque sin probar la piruleta, mientras nuestro niño no sabe que hacer, la rabia y la impotencia le inundan el cuerpo, pero es consciente de que se ha quedado sin piruleta y de que esta en clara inferioridad e ir tras el no es una opción. Así que se resigna a saborear las últimas gotitas dulces que aun le quedan dentro de su boca.
Cual es su sorpresa cuando ve a aquel niño introducir el caramelo en su boca, esta preparado para ver como disfruta de algo que hace un momento le estaba haciendo feliz a el (tan feliz como un niño con un caramelo), pero no es asi, el niño escupe la piruleta y la tira al suelo, y acto seguido le dice a su abuela, no me gusta quiero un caramelo. El niño espera que la actuacion de una persona adulta le haga ver su mala acción, pero he aquí su segunda sorpresa, la abuela hecha mano a su bolso y saca otro caramelo y se lo da, mientras en su boca ya se ha extinguido ese sabor, ya no queda más que disfrutar, mientras su piruleta, esa que tanto le gustaba se iba hundiendo poco a poco en la arena y en su boca ya se ha instalado un amargo sabor, ese sabor que reconocerá a lo largo de su vida, en su boca ahora hay injusticia.
Pero sigue siendo un niño, y mañana volverá a tener una piruleta con la que disfrutar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario