viernes, 29 de julio de 2011

Una piruleta de corazón.

Nuestro niño se encuentra otra vez en el parque. 


Siempre se ha escuchado que hay situaciones en las que se es más feliz que un niño con un caramelo, y en este caso estaba experimentando esa sensación de manera literal, estaba degustando un caramelo, y no un caramelo culaquiera, sino el que mas le podia gustar, una de estas piruletas con forma de corazón. 


Y ahí estaba nuestro niño, degustando su caramelo, cuando se le acerca otro niño, mucho más grande que él, quizás no mayor, pero a estas edades un par de meses de desventaja pueden crear muchas diferencias fisicas. 
En ese momento le pregunta a nuestro niño, que de donde ha sacado esa piruleta, que el quiere una. Nuestro niño, con voz bastante debil, quizás se teme las consecuencias que tendran sus palabras, y que posteriormente se confirmarían, no tengo más, es la última, responde tembloroso. “pues yo la quiero”, contesta rotundo. 
“pero no tengo más y esta es mia”. 

“me da igual”. Y tras esta afirmación, y gracias a que su corpulencia juega en favor de el, agarra la piruleta y se la quita de las manos a nuestro niño. 
Y se conduce hacia otro lugar del parque sin probar la piruleta, mientras nuestro niño no sabe que hacer, la rabia y la impotencia le inundan el cuerpo, pero es consciente de que se ha quedado sin piruleta y de que esta en clara inferioridad e ir tras el no es una opción. Así que se resigna a saborear las últimas gotitas dulces que aun le quedan dentro de su boca.


 Cual es su sorpresa cuando ve a aquel niño introducir el caramelo en su boca, esta preparado para ver como disfruta de algo que hace un momento le estaba haciendo feliz a el (tan feliz como un niño con un caramelo), pero no es asi, el niño escupe la piruleta y la tira al suelo, y acto seguido le dice a su abuela, no me gusta quiero un caramelo. El niño espera que la actuacion de una persona adulta le haga ver su mala acción, pero he aquí su segunda sorpresa, la abuela hecha mano a su bolso y saca otro caramelo y se lo da, mientras en su boca ya se ha extinguido ese sabor, ya no queda más que disfrutar, mientras su piruleta, esa que tanto le gustaba se iba hundiendo poco a poco en la arena y en su boca ya se ha instalado un amargo sabor, ese sabor que reconocerá a lo largo de su vida, en su boca ahora hay injusticia.

Pero sigue siendo un niño, y mañana volverá a tener una piruleta con la que disfrutar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario